(Palabras de nuestro presidente, Joaquín Vidal, en la inauguración de las XVII Jornadas de la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo, el encuentro más importante del año, con el que despedimos este 2017).

El lema de estas jornadas, que encierra su espíritu y el deseo de todos, se mantiene en el camino señalado por la ONU hace más de 11 años, en abril de 2006, en su informe «Unidos contra el terrorismo: recomendaciones para una estrategia mundial de lucha contra el terrorismo».

A pesar de que ha transcurrido más de una década y se ha avanzado mucho en la lucha contra el terrorismo a nivel mundial, todavía queda mucho por hacer.

Unidad no sólo es una palabra hermosa, sino muy necesaria. En un mundo que cada vez se globaliza más, necesitamos cada vez más elementos integradores, de unión. Es preciso desterrar egoísmos individuales; porque por muy tentador que resulte para algunos, pensar que una persona, o un grupo de ellas, puede avanzar solo, es un inmenso error.

A pesar de la globalización, asistimos actualmente, por todo el mundo, a procesos en los que un pensamiento egoísta y excluyente propugna soluciones desde la perspectiva de lo pequeño, de separar, con la ingenua idea de que no compartir su progreso y bienestar les va a proteger, les va a mantener en un lejano “último valle”, donde no les alcanzarán los males que nos acechan a todos: terrorismo, conflictos, deterioro de la naturaleza…

Es importante recordar, por su plena vigencia, las palabras del Informe de Naciones Unidas que hemos mencionado: “Los actos terroristas niegan a sus víctimas el disfrute de sus derechos humanos más fundamentales. Por lo tanto, una estrategia contra el terrorismo debe estar centrada en las víctimas y en la promoción de sus derechos. Además, la aplicación de una estrategia general que se base en la disuasión, se apoye firmemente en los derechos humanos y el Estado de derecho, y se centre en las víctimas, depende de la participación activa y el liderazgo de la sociedad civil.”

Esa sociedad civil, somos todos nosotros, las víctimas, sus familias y todas las personas que viven y quieren vivir en paz, que rechazan la violencia, y solo entienden la convivencia desde el respeto a todos y, algo muy importante, desde el respeto a la ley.

Las sociedades democráticas tienen que dotarse de instrumentos que las defiendan; el más poderoso de todos “es cumplir y hacer cumplir las leyes”. Esta frase, que hemos oído tantas veces, encierra un principio fundamental de nuestra convivencia que todos debemos respetar.

El terrorismo es inaceptable y solo puede combatirse desde la unidad. Jamás debe permitirse a los terroristas apoderarse de la historia, del relato, crear un pretexto para sus actos, ya sean agravios pasados, presentes o futuros. “Cualesquiera sean las causas que pretendan defender, cualesquiera sean las injusticias a las que afirmen responder, el terrorismo no puede justificarse. Las Naciones Unidas deben mantener su superioridad moral en esta materia”, dice ese magnífico informe de la ONU de 2006.

Lo vivimos en nuestras carnes y bien lo sabemos. El discurso excluyente es un paso muy peligroso hacia el extremismo y hacia la agresión al «otro», al que tildamos de diferente y ajeno.

Los relatos falsos, los victimismos inventados, las promesas infundadas de alcanzar sociedades felices si cuidamos y compartimos solo con “los nuestros”, son, por desgracia, algo muy de actualidad. Se podía pensar que las atrocidades vividas por el mundo en el pasado siglo nos habían vacunado contra tales egoísmos, y así parecía durante años. Décadas en las que luchar por la creación de estructuras de unidad y progreso común era un objetivo movilizador. Pero hemos visto en los últimos tiempos, en muchas partes del mundo, lejos y cerca, un resurgir de ideas que suponíamos rancias, superadas. Crisis económicas, incertidumbres de futuro, egoísmos, desmoralización social, permiten la aparición de discursos exclusivistas que arrastran a parte de la población a posturas excluyentes, con la vana ilusión de que eso va a mejorar su futuro o va a darles certidumbres que mejoren su existencia.

Por ello, en estos tiempos difíciles pero esperanzados, están en vigor más que nunca las palabras integradoras del himno andaluz:  «¡Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad!».