—Comunicado oficial de la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo—

En ocasión del décimo aniversario de la conferencia de Aiete y del abandono de la violencia por parte de ETA, el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, y el secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, han comparecido este lunes en San Sebastián para manifestar su «pesar y dolor por el sufrimiento padecido» por las víctimas de ETA, que «nunca debió haberse producido» y su convencimiento de que es posible, al menos, aliviar ese sufrimiento «desde el respeto, la consideración y la memoria».

Como bien apuntó con aire de solemnidad Otegui en su declaración, nada de lo que digan «puede deshacer el daño causado», pero desde la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo hace muchos años que venimos reclamando un gesto público y claro de condena de la violencia y de reconocimiento del daño causado por parte de la actual izquierda abertzale. Por tanto, para ser coherentes con esa exigencia, debemos admitir que esta declaración de hoy, aunque tardía, es —al menos— un primer paso.

Sin embargo, resulta totalmente insuficiente. El uso del asesinato, la violencia, el acoso y la extorsión como armas políticas merecen una condena rotunda y sin paliativos de ningún tipo. Y lo más importante, si de verdad se aspira al respeto, la consideración y la memoria, las palabras tienen que traducirse en hechos.

No hay un ápice de respeto, consideración y memoria cuando se organizan homenajes públicos para recibir a los asesinos al salir de prisión, para escarnio de las familias víctimas de esos asesinos. Estos homenajes deben cesar radicalmente, porque el hecho de matar no merece el más mínimo premio; ni las generaciones jóvenes deben recibir el mensaje tremendamente peligroso de que matar es el camino para defender sus ideas, sean cuales sean.

Igualmente, si de verdad se quiere respetar la memoria, es importante dejar de inventar coartadas y justificaciones para el asesinato puro y duro de cientos y cientos de personas durante los años de la construcción democrática en España. Es imprescindible renunciar a términos como «conflicto», «lucha armada» «bandos» (únicamente creados en las mentes de quienes abrazaron mesiánicamente la violencia). Las víctimas del terrorismo estaban únicamente en el bando de la vida, de la pluralidad y de la convivencia pacífica.

La sangre andaluza derramada en ese pretendido conflicto pertenecía en su abrumadora mayoría a personas humildes, que cumplían con su trabajo y buscaban construir una vida digna para sí y para sus familias. Y en nombre de esa sangre, no permitiremos que se falsee la historia ni se intente blanquear el pasado de la banda terrorista ETA.

Colaboración plena con la justicia en el esclarecimiento de los hechos sin resolver, respeto a todas las ideas y a la convivencia en paz, respeto real a las víctimas sin humillarlas con homenajes a sus victimarios, reconocimiento de la verdadera historia, condena sin medias tintas, y un compromiso estricto de respeto al primer derecho humano, el derecho a la vida. Eso es lo que merecemos las víctimas del terrorismo y toda la sociedad española.